Javier Marín me imagino yo mismo
Autor: Juan Rafael Coronel Rivera
Título del texto: Javier Marín me imagino yo mismo
Publicación: Javier Marín – Auguste Rodin
Proyecto / obra: General
Publicado por: Quálitas Editores
Javier Marín Me Imagino yo mismo
Juan Rafael Coronel Rivera
Las obras plásticas de Javier Marín son las creaciones de un virtuoso. Distinguir a su trabajo con tan complejo calificativo conlleva un discurso múltiple, argumentaciones que son una parte de este texto.
El arte es, en primera instancia, la posibilidad humana de trasformar la materia en una expresión. Estas invocaciones innovaciones se han reunido en una suma de cargas simbólicas de todo tipo. También se han asociado a una serie de pragmatismos inventados descubiertos por el hombre, que se han relacionado a sus conceptos mágico, religioso, filosófico, artístico, social o político.
En una de sus acepciones, virtuoso significa: «Dícese también de las cosas que tienen la actividad y virtud natural que les corresponde». Quiero empezar con este concepto, ya que esto me lleva a un punto esencial en la obra de Marín: la autenticidad.
Las ideas que se presentan en un determinado periodo tienen una decretada carga emblemática en la razón humana. Para el mundo occidental y a partir del Renacimiento, cuando un pensamiento es sobresaliente y representa a la mayoría o a un grupo con gran influencia en determinada disciplina, este razonamiento se transforma en un absoluto y posee un contenido ideológico tan contundente que se presupone como el camino único a seguir. El cúmulo de estos juicios tiene un espectro tan amplio que abarca desde la ciencia, el arte de vanguardia, hasta las actividades cotidianas, y todo lo anterior representa lo que en cada uno de los periodos existenciales y plásticos se toma como «contemporáneo», calificativo que es sinónimo de evolución. Pero este adelanto es un proceso relativo y generalmente sólo representa a un grupo muy pequeño de la trama social, cuyas ideas no necesariamente establecen un sentido común.
En estos momentos la oferta del arte contemporáneo es de tal manera decisiva para el desarrollo intelectual del ser humano de la primera década del siglo XXI, que en apariencia parecería que sus postulados son los únicos que se pueden integrar al lenguaje plástico para que éste tenga una valía estética definitiva; en consecuencia, su preponderancia es de tal manera contundente que nos lleva a considerar que sus límites están aún lejanos, aunque debemos tomar en consideración que todo lo anterior dependerá del proceso político y económico que está sustentado a esta visión del ser humano. Tal y como se presenta ahora la actividad social, mientras haya demanda, habrá oferta.
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