Javier Marín – Palabras de barro
Javier Marín: Palabras de Barro. Una Entrevista
Juan Coronel Rivera
El tránsito, un antecedente
El que yo sea artista tiene que ver mucho con mi papá, pues él pintaba y todos sus hijos pintamos. En la educación de la primera infancia, aunque uno sea o no artista, hay algo; en mi casa ganamos los creadores: Jorge, mi hermano, se volvió artista; Alfredo, restaurador de obras de arte; Carlos, diseñador gráfico, y también pinta y hace escultura; dos de los mayores son arquitectos y dibujan muy bien, no son profesionales pero pueden dibujar y lo hacen bien; tengo otro hermano que se está volviendo brujo y también dibuja.
Recuerdo que con lo que nos daban de domingo nos comprábamos pinturas para jugar, y cuando teníamos tantito dinero más comprábamos unas barritas de plastilina y unas acuarelas de esas baratas, muy corrientes. Ahora me da risa. El otro día mis hermanos y yo nos estábamos acordando de que trabajábamos varios días seguidos, jugábamos con plastilina.Cuando acabábamos, había que desbaratar todo para reintegrar el rojo, el azul y el rosa, y volver a hacer las barritas y meterlas en su caja. De nueva se veía tan bonita con las barritas de colores bien formadas. A veces daba coraje porque se ensuciaban los colores y quedaban horribles, pero pensar en otra caja nueva de plastilina era imposible.
Como artista, yo comencé pintando. Me interesaba la pintura, pero el descubrimiento verdadero fue la escultura, ahí sí todo era una novedad, cada material y cómo iba resolviendo cada vez piezas más grandes. Fue tal la tentación que me acuerdo que me llevé barro de la escuela a mi casa y ahí trabajaba mis piezas, en ese entonces de formato pequeño. Me vino una absoluta necesidad de trabajar con el barro y allí empezó un proceso realmente profundo, vital; comencé a inventar maneras para que las esculturas no se me cayeran, y poco a poco fueron creciendo y creciendo y creciendo.
El cuerpo
¿Qué busco en el cuerpo humano? En el cuerpo humano me busco a mí mismo, lo que quiero decir es lo que siento, y el medio más inmediato para estructurar esa idea es mi cuerpo.
Trabajo con la figura humana de una manera obsesiva y desde un punto muy mío, y ni para cuándo salirme. Esta actitud no es premeditada, no es que yo quiera decir algo y entonces haya buscado este medio para expresarlo; el proceso es distinto, siento y alucino la imagen, y el medio es mi cuerpo, la figura humana. No hay un mensaje o concepto estructurado a priori, aunque sí se pueden ver ciertos rasgos que así lo parecieran y que son, una especie de tatuaje; muchas veces mis esculturas están llenas de grafismos totalmente abstractos que le dan undoble lenguaje a las obras.
Por medio de la figuración busco expresar un estado de ánimo personal. La figura es el vehículo para que yo sea lo que no puedo ser a través de mí mismo. Si alguien me dice: «¿porqué estás modelando una mujer embarazada?», le respondo: a lo mejor porque ahora me siento como si estuviera embarazado. Entonces pienso por qué de repente alucino a tres señoras embarazadas, blancas, inmensas, gordas como bolillos, y a lo mejor es porque en este momento así estoy; yo no puedo ser una señora embarazada a punto de parir; y menos aún dos o tres, entonces las hago. Pero esto es absolutamente inconsciente.
Hace tiempo alguien me propuso que hiciera a una mujer embarazada y yo deseché la idea. Tiempo después, repentinamente, apareció este asunto casi de manera autónoma, sin proponérmelo. Quizá me ocurra lo mismo con las figuras de niñas, niños o adolescentes, que no he incluido en mi obra. En este momento me interesa la plenitud del cuerpo maduro, su fuerza, lo poderoso que puede ser. A través de mí labor escultórica trato de entenderme, de comprender mi trabajo: mi obra es una forma de explicarme y explicármelo. Estoy consciente de que hay una doble —o triple—interpretación de cosas que yo mismo desconozco de mí y de por qué está saliendo esto. Para mí, hacer escultura es autoanálisis.
El trabajo
Si tú ves el trabajo desde su complicación técnica y no desde el divertimento que resulta resolver esa complicación, estás perdido. La parte más excitante de trabajar es cuandoestoy haciendo esto precisamente; todo el esfuerzo por lograr lo que quiero es en verdad emocionante. Disfruto muchísimo cuando consigo una imagen que deseaba materializar y la veo, Me encanta planear toda la parte de ingeniería y la de organizar el tiempo de factura, qué tengo que hacer primero y qué después, y luego darle forma, hacer un estudio para ver si requiere de una estructura o no, y el movimiento… me pongo yo en la posición de la escultura, porque tengo que entenderla, y a la vez, también requiero que ella me comprenda y «sepa»qué es lo que estoy sintiendo. Yo no utilizo modelos. Las formas se me ocurren, las imagino, me imagino yo mismo. Cuando siento que me entran las angustias en la recta final antes de una exposición, me pregunto «¿por qué?, ¿por qué soy así?» La mayoría de las veces tengo tiempo suficiente y sin embargo empiezo a trabajar en un lapso muy cortito antes del límite. Llegué a la conclusión de que aunque parezca que no estoy trabajando, siempre estoy elaborando algo, no con las manos, sino con la cabeza, con ideas. Muchas veces me despierto con imágenes, por ejemplo, hoy de pronto desperté y me vino algo a la mente, la idea de la próxima escultura; entonces, antes que nada, hice el apunte en una libreta, y salieron una, dos, tres, cuatro, cinco ideas… ya puedo estar tranquilo. Esas concepciones tuvieron todo un proceso de algunos meses para acá. Estuve dándoles vuelta y vuelta hasta que empezaron a aparecer las formas como culminación de aquello. Trabajo mucho tiempo con la cabeza o fuera del taller, y luego llega elmomento en que se materializa todo.
Yo no veo hacia fuera para hacer escultura. Nunca voy por la calle mirando a la gente para hacerla personaje plástico. Lo mío es una cuestión interior: cierro los ojos y aparecen las cosas. Toda la noche estoy pensando, o me quedo en mi casa encerrado un día y, de repente, de adentro sale un tema nuevo. Este proceso ha sido casi siempre así.
Mi obra tiene una carga totalmente erótica, aunque hay muchos matices, mis personajes en general mantienen esta sexualidad. Eso me gusta, qué bien que sean así, es importante, disfruto mucho ese estar entre lo lúdico y lo sensual. A veces hago otro tipo de trabajos, pero son ejercicios que me propongo; intentar hacer un retrato o consultar un libro de anatomía, a lo mejor, pero nunca va a ser la obra, no tiene nada que ver. Muchas veces me planteo estas prácticas porque es como darse mantenimiento: dibujar un poquito, analizar este proceso vivo de la anatomía, hacer diez piezas iguales para experimentar con la técnica o con el sistema de estructura o cosas así. Esto tiene que ver también con el trabajar sin modelo, no sé qué hacer con eso. En ocasiones me ofrecen posar y llegan unos cueros y me pregunto: «¿qué hago contigo?»
Cuando estoy trabajando en el taller hay algo instintivo que me hace sentir cuando una piezaes buena. Lo siento, llega y además es casi por centímetro, y hay piezas en las que puedover cada sección y siento lo mismo que si la veo completa; es como ver a una persona, comoverme a mí mismo. Pero con unos ojos extraños o con un lente raro. Sucede lo mismo al nopoder explicar la expresión de una escultura. Aquí hay un asunto que me intriga y es cuandome dicen: «esta escultura está angustiada» o «está feliz». Les contesto que si yo pudiera manifestarlo con palabras, en vez de hacer una escultura escribiría: «estoy feliz-angustiado». No puedo describirlo y eso es lo que me da la escultura. Cuando identifico un rasgo así escuando digo que una pieza es buena; es muy emocionante ver materializado algo que venía dentro de ti.
Los materiales
Todos los materiales tienen una manera distinta para ser empleados, y hay que tener una percepción diferente para abordarlos. Con el barro tengo una relación magnífica, cercana… la humedad, el color del barro que uso, todo se parece a mí, parece piel, cuerpo… es un placer agregado al hecho de hacer la escultura. El encanto del material por el material mismo está en el barro, con los otros es distinto. Con la plastilina, por ejemplo, las posibilidades son otras, y tienen que ver más con el modelar. En cambio, el barro es tan directo que necesitas trabajar con él desde el principio, no hay pasos intermedios. Si me quiero dar un manjar, si quieropasarme un rato a gusto, me pongo a hacer una pieza de barro.
El color en la cerámica es como el drama sobre el drama, es ponerme más dramático de lo que ya me había puesto con la forma. Cuando pongo el color me desconecto más que cuando estoy haciendo la escultura misma, es un proceso muy inconsciente, como un juego encima de otro, como bailar con la pieza. Pero tampoco soy totalmente impulsivo, siempre hay un cierto control: hay que saber los pasos del baile. Tampoco es como terminar la obra, o darle cierta alma, pues ésa ya la tiene —si no la tuviera, ni la pintaba—, le surge mucho antes.
El alma
Cuando la escultura abre los ojos, ya tiene alma. Es rarísimo, al principio no es más que un bola de arcilla llena de varillas y cosas y, de repente, no sé en qué punto justo, pero llega un momento en que respira, da la primera bocanada de aire: despierta, se anima. Entonces ya podemos platicar y hacer más cosas. Ya no decido todo, ahora hay acuerdos entre la escultura y yo, y éste es el momento bueno; si no sucediera esto, si no pudiera comunicarme con ella,seguiría siendo una bola de barro.
Una vez establecida la plática, ella me dice hasta dónde va el brazo y cómo el ojo y lo alto de la cabeza, que la pierna va hacia adelante y la mirada más hacia abajo, o la sonrisa es mássonrisa, o no es la sonrisa que quiere y hay que cambiarla. Es como un juego de espejos. Obviamente sé que quien acaba diciendo todo soy yo, pero es la escultura la que dice: “no es así, es así y es así y así». De repente hace lo que se le antoja, y muchas veces ocurre que puedo tener una idea clara al principio y la escultura la va cambiando.
Yo las siento vivas, puedo platicar con ellas. Hay un código secreto en lo que uno hace: todo responde —cada volumen o pincelada— a algo que hay dentro de ti, nada es gratuito.Sí alguien pudiera descifrar todos los códigos plásticos, leer cada rasgo de una escultura,empezando desde el material, luego el tamaño y todo lo que hay ahí, resumiría toda la historiadel que lo hizo y todas las vivencias y todo lo que hay de humanidad: todo estaría metido allí. Aunque yo creo que son códigos que no se pueden traducir; pero pueden percibirse y allí estála comunicación que uno establece con la gente que ve una obra de arte, de pronto haces clicporque estás comunicando emociones que no se traducen pero que te llegan.
La relación es tan cercana que al principio sentía una enorme nostalgia por las piezas quese iban; ahora ya no, ya estoy preparado para que se vayan, en vez de que me dé tristeza lotomo por el otro lado y me da gusto, me he convencido de que es la finalidad de la escultura,aunque aún me cuesta trabajo deshacerme de mis preferidas, no sé en qué consiste que losean, quizá porque son más atinadas, más exactas, se aproximan a lo que quería o lo quesentía en ese momento.
Para mí, una obra es imperfecta cuando cae en el desequilibrio. Mis esculturas tienen queestar equilibradas, y no me importa si necesitan un pie del tamaño de toda la pierna, lo vitales que estén proporcionadas; si no existe esa armonía justa en todo —me refiero tambiénal color; al claroscuro, al hueco, etcétera— no valen la pena. Me emociona mucho cuandomodelo una pieza en barro, la termino y resulta que le quito los soportes y se para por sí sola,es una forma de equilibrio también, están equilibrados los pesos además de los otros aspectos de la obra. Me queda claro que el equilibrio en la vida no existe, de eso estoy seguro, no haynada que esté equilibrado, ni siquiera en un cierto porcentaje, pero se le hace la lucha, mehace feliz pensar que puedo medio equilibrar una escultura.